Febrero 1993: Radiohead publican su primer álbum, "Pablo Honey" editado a través del sello Parlophone, que incluirá su gran éxito "Creep". Todas las canciones fueron escritas por el líder y cantante de la banda, Thom Yorke . Ahora, 15 años después del fenómeno, hacemos repaso de su carrera en este especial en el que resaltaremos tanto lo bueno como lo malo de la ya mítica banda de Oxford.




1993 - 2008: 15 años de Pablo Honey. Debut de Radiohead

Discografía:

Pablo Honey (1993)
The Bends (1995)
OK Computer (1997)
Kid A (2000)
Amnesiac (2001)
Hail To The Thief (2003)
In Rainbows (2007)


Acerca de Pablo Honey

“No dice más quien más habla, ¡Cuidao!
Ni es más cante el que se grita,
Ni en la guitarra más notas
Bajan el duende a la vida”

Juan Carlos Romero, Tierra de calma

Profetas de lo líquido, hoy en día Radiohead es a la música popular lo que Zygmunt Bauman al pensamiento contemporáneo, cierta inmediatez en lo analítico y chispazos en frases sueltas de una brillantez incierta. Signos del consumismo conspicuo de los tiempos que corren. Tampoco me negarán que hablar de Radiohead en estos días deviene en ejercicio de una gratuidad total (ya saben: Año Cero y demás hipérboles). Y es precisamente en ese ejercicio de remembranza acerca de lo obvio que resulta a día de hoy Pablo Honey que creo interesante hablarles del debut del grupo de marras.

Veamos, Pablo Honey. La madre del cordero. Objetivamente, no es más que el disco de debut de un grupo llamado Radiohead formado hacia 1990 por cinco universitarios de Oxford. Por sus caras parecen tomar el morning tea más bien frío. Chicos bien alimentados que acabarán por facturar millonarios ansiolíticos para masas neuróticas. Todo es más sencillo si nos ceñimos al objeto en sí: Radiohead, Pablo Honey, Parlophone, 1993. En cualquier caso no es lo que yo llamaría un primer disco monádico. Ese calificativo correspondería a debuts deslumbrantes como los de Jorge Ben, Pau Riba, Television o The Beat, por citar algunos que encierran en sus surcos un mundo inagotable. Si a usted, sufrido lector, le agrada el debut de Radiohead, si reconoce en él algún valor artístico, emocional o fetichista que no logro vislumbrar, mejor será que abandone la lectura de estas líneas. Porque quién esto firma les anticipa que el debut de la banda de Thom Yorke es un disco definitivamente cansino, recurre a trucos sonoros de una dudosa efectividad y de efectismo previsible, navega entre muchos mares (U2 y Buffalo Tom son los que mejor se atisban), y acaba naufragando en el de la mediocridad mainstream. En ese caso, mejor siga disfrutando de la flamante endeblez de In Rainbows, de esos cortes brumosos que intuyen canciones pero acaban en retazos deshilachados, en puntos de fuga de supuesta desazón, en confusión de notas y sonidos que nunca llegan a tomar forma.

Si a usted no le disgusta ese disco de título nefando y portada delictiva, y ha decidido proseguir la lectura de estos pobres renglones, debo decir en mi descargo que por esa época el indie británico no era santo de mi devoción. Hoy en día mi opinión al respecto tampoco ha variado en demasía. Lo poco que pervive de esos años en los que Madchester ya no era más que otro descascarillado mito pop, es el legado magistral de Kevin Shields (esperemos que no lo emborrone) o los ya pálidos ecos del primer álbum de The Stone Roses y las canciones de ese Bartleby genial que sigue siendo Lee Mavers. Tal vez Slowdive, Catherine Wheel o Ride sean lo más destacable de lo que por esas fechas vino en llamarse shoegaze, ya saben, por lo de mirarse embelesados la roña de las deportivas frente a una audiencia de pose abúlica. Ante esa valetudinaria imagen, sólo cabe recordar que al otro lado del charco, Washington D.C era un hervidero capitaneado por el ruido y la furia de Fugazi. Ante lo incontestable que me parecía en esa época el orgullo cockney de Small Faces, la aridez rítmica de Al Jackson Jr. marcando el pulso en los Muscle Shoals de Memphis o el apabullante convite al entusiasmo de los Specials o los Dexy’s, pueden deducir que la languidez indolente de un tal Thom Yorke tocado por su ridículo tiñe platino y el flequillo a lo Bernard Buttler que lucía su compinche Jon Greenwood les hacían justos merecedores de mi total indiferencia. Las credenciales del grupo tampoco hacían presagiar nada edificante: provenían de Oxford y su cantante parecía leer a Salinger y a Ballard sin estar muy dispuesto para ello. En ese aspecto, sus letras le delataban. Creep tampoco ayudaba a remontar el vuelo, la verdad, y ante la sobre exposición mediática que se avecinaba, estábamos condenados a una redundancia perpetua que nos llevaría a la náusea (ese “I am so lonely” final, ¡por dios!). En los incipientes locales donde la entelequia indie sacaba pecho, no tardó en convertirse en himno borrachuzo. También creo recordar que corría el año 94 y James presentaron en Zeleste su majestuoso Laid. Radiohead abrían el concierto y allí, efectivamente, se confirmaron todas mis sospechas.

Pero aún así, me parece interesante apuntar algo, ni que sea una vaga sombra del sentimiento del tiempo, sobre el susodicho Pablo Honey. Más bien sobre sus coordenadas. Intento templar una imagen fija de la época en la que MTV tomó Creep como estandarte del grupo: la alternativa británica a Nirvana, rezaban las promociones. Porque cierto es que Radiohead querían sonar más a college band que a indie group. La producción de Sean Slade (Sebadoh, Hole, The Lemonheads) apunta claramente hacia esa dirección. Y este primer disco acaba por resultar tibio, vulgar incluso, sin atisbo alguno de la futura evolución del grupo. Es tal la insustancialidad del repertorio que acaban por asemejarse a otra producción del tándem Slade-Koderlie: Juliana Hatfield. Si queremos formarnos una composición de lugar de lo que acontecía en la música popular anglosajona en el año 93, debemos remitirnos a otros debutantes que al poco devendrán insignes. A ellos les corresponde marcar el tempo de los años en que Radiohead eran unos primerizos más bien tiernos. Por esas fechas P.J. Harvey edita Dry en Too Pure, Tindersticks hace lo propio con The First Album en This Way Up y Mercury Rev abren la senda hacia una galaxia inexplorada con el insuperado Yearself Is Steam bajo el paraguas de Columbia, todos ellos discos fundacionales de un off-rock que abrirá surcos y marcará rumbos. Fechas cercanas vieron alumbrar otros discos definitorios de los 90: Gentleman de Afghan Whigs, Dirty de Sonic Youth o Giant Steps de Boo Radleys. Todo ello hacía presagiar un cambio de ciclo, una revitalización del lenguaje rock que se intuía apasionante. La supernova Nevermind todavía flotaba en el ambiente e In Utero se publica por las mismas fechas que el debut de los de Oxford. Ante todos esos discos, Pablo Honey es hoy en día un disco ya no languideciente, sino definitivamente muerto y enterrado En realidad, el mismo grupo se encargó de darle la debida sepultura con cierta celeridad. Con decir que al año siguiente verá la luz esa imperecedera tower of song de sangre y de hiel que es el Grace de Jeff Buckley, no hace falta recordar que el debut de Radiohead no dejó huella.

En su candor, en su arrojo, en sus ganas de llamar la atención sin saber bien cómo, en su tedioso gritar de niño bien, es donde el disco muestra algún destello, algún detalle que hace al grupo distinto, pero para nada distintivo. Stop Whispering, Ripcord y Prove Yourself, por ejemplo, abusan del guitarreo saturado que el grupo confunde con intensidad emocional. Pero frente al grupo que creó Ok Computer o Kid A cabe preguntarse si habrá algo en Pablo Honey que nos resulte refractario. Tal vez debamos cerciorarnos sobre si en su momento hubo algún resquicio en ese disco que no fuese lo suficientemente atendido. ¿Ofrecía algún indicio de lo que iba a avecinarse cuatro años más tarde? Al escucharlo ahora sólo consigo descubrir un par de canciones por encima de la átona media: Lurgee y Blow Out, las del final del lote, y, siendo magnánime, el single Anyone Can Play Guitar, himno al arrojo adolescente que acaba por caer en saco roto. Y creo reafirmarme en mis tenues recuerdos, dados a la tozudez: la mayor parte de canciones que conforman Pablo Honey no son más que himnos aptos para adolescentes aquejados de ineptitud sentimental y angst de todo a euro. Pablo Honey es un disco coyuntural que el paso de los años ha dejado en muy mal lugar. Nos invita a querer ser Jim Morrison, a reconocer nuestra indolencia, a practicar un narcisismo declaradamente naïf, a sabernos distintos, a la melopea tu eres-todo-lo-que-necesito, me against the world, et coetera: un irritante decálogo de tópicos sonrojantes. En The Bends, en cambio, el grupo ya teje, la sangre se templa, el lenguaje es claro, la música se incardina. Tiempo después llegaría el asombroso giant step que supuso OK Computer. A partir de ahí Thom Yorke dejó de gritar para más bien susurrar, desvanecerse. El resto de la historia les es de sobra conocida y no creo que haga falta insistir en ella.

Radiohead - "Creep" (Pablo Honey 1993)




"Pablo Honey"


"The Bends"


"OK Computer"


"Kid A"


"Amnesiac"


"Hail To The Thief"


"In Rainbows"

Texto: Càndid Vallès / Idea: Toni Santaeularia

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