Live
Moloko | La Riviera/MoviStar Conciertos | Madrid | 2003-10-26
CARNAVAL DE GATOS
A uno le asusta cada vez menos ese gato que casi le comió la lengua un día. Ese gato "hipster" condenado a una relación de amor odio con las cosas perversas, a los deseos oscuros y a los ansiosos estigmas de la ambigüedad y la decadencia.Entre el mundo del "Necesitamos dinero y comer" y la ginebra, existe un universo de grises al igual que en el sexo y en el amor donde no todo
consiste en invitar a una copa y donde muchas veces se derraman más lágrimas por los deseos cumplidos que por los que aún quedan por realizar. En el fantástico mundo del sexo y el amor, el "carpe diem" y las fantasías se pagan caras en el lienzo del presente, el único en el que pueden
materializarse. Moloko es Roisin Murphy; ella sale al escenario y grita: - ¡¡"Hola
Madrid... este es mi sueño... Moloko...Freedom!!!" consciente de que el
público congregado, más de tres cuartos de entrada de la Riviera, la quiere
ver a ella y casi quiere empaparse de sus ascensiones y bajadas al infierno,
de su exhibicionismo y de su parafernalia fetichista; y es que las
canciones de Moloko esconden bajo el hedonismo y la euforia de las bases
electrónicas la cruda realidad de la acidez y la amargura, el sinsabor del
amor mal entendido, de las prisas y de la soberbia adolescente... ese "Ayyy"
o "Oooohh" que suele salir de su generoso pecho y suspenderse durante unos
instantes en el aire al expirar cada canción. De hecho la banda plasma a través del funk y el electro una realidad
concreta, un momento por el que todos pasamos a la hora de aprender a vivir
con el corazón. Yo diría que Moloko son la ansiedad, la rebeldía y el
corazón de una edad en la que no podemos aceptar los golpes...
Como decía Mishima: -"el que lo acepta todo es porque ha perdido la libertad
de elección" y esa es la libertad que encarna Moloko, más cercana al
libertinaje clubbing adolescente que expresan sus raíces de Bristol, ingenua
liberación sexual, amor superficial premaduro, idilios con la fantasía y
alterne de noches desenfocadas, delirios y drogas de diseño con noches
solitarias, trabajos mal pagados y pisos destartalados en los que la
juventud comienza a soñar con una vida mejor... Casi se diría que quieren encarnar a una segunda "generación X", pero su público se ha hecho viejo antes que ellos, ya no es rebelde ser bisexual, ni
drogarse como en los setenta... este público no es rebelde ni soñador, un conglomerado treintañero ocioso y burgués que solo busca la diversión del baile en sus canciones y la absorción estética del show y que en muy pocos
casos es capaz de vislumbrar a un Bowie o a una nueva Edith Piaff diosa de
un glam que ya huele más a "mainstream" que a transgresión... y es que tanto
taconeo le da un toque folklórico a la sonrosadita Roisin, performántica,
exhibicionista y lasciva que se azota el culo, se levanta la falda y va
paseando una colección de personajes eróticos estereotipados... unas veces
con gabardina, otras con antifaz y otras con gorra nazi de cuero... el
público, bastante adicto al éxtasis de diseño se excita más con el aspecto
visual de la actuación que con los quiebros dolientes de la voz de Roisin.
El show, no resulta tan cálido como el ofrecido en el pasado festival de
Benicassim y es que la Riviera, que nadie se engañe con las palmeras de
plástico que han colocado en medio, es una auténtica nevera que congela
hasta la poesía y la textura irresistible de los bailes de la Murphy que
allá arriba sigue paseando sus boas y sus pañuelos y tirándose por los
suelos exhausta al ritmo del "hip" mientras recita hipnóticamente el
"Everybody needs somebody" que tanto popularizaran los Blue Brothers. Su masculinidad le ha convertido en un icono sexual para gran parte del público, si bien un amigo periodista salió despavorido antes de que acabara el concierto comentándome que no aguantaba a esa "vasta gorda"...- Quizás
Roisin goza de mi simpatía sobre todo por no representar ese canon de
belleza que nos venden desde el imperio americano y que tantos problemas de
salud está ocasionando en las jóvenes. Desde que vi el video de "Sing it
back" y la ví encorsetada en el vestido de Gaultier que había popularizado
François Hardy en los sesenta, reconozco que me enamoró y me dije a mi mismo
que yo quería una novia así algún día...
Mejor momento: Inicio del concierto similar al ofrecido en Benicassim, con
un crescendo instrumental irresistible que dio entrada a la figura de Roisin
en el escenario.
Mejor canción: "I want you", de su último disco, una composición de funk
soul electrizante tocada al principio del set. Momento mágico en el que la
banda rompió el hielo con el público.
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