Arte y Literatura

Sobre 'Viviendo del Cuento' de Juanjo S?ez

No era ningún secreto. De toda la pléyade de ilustradores y dibujantes que en la última década surgieron alrededor de las revistas de música, moda o tendencias Juanjo Sáez es, por original, el mejor. Todo comenzó cuando de la nada o, como el propio Juanjo explica, cuando en el panorama del cómic español la palabra fanzine significaba “revista punk guarra”, apareció aquel proyecto inconscientemente visionario que fue Círculo Primigenio.

Por entonces, el cómic alternativo norteamericano que después se puso tan de moda (Clowes, Bagge, Burns, Ware) estaba en las últimas tras un golpe de la editorial Marvel al sistema de distribución libre. Mientras Francia tomaba el testigo del cómic independiente a través de l’Association y su capataz Lewis Trondheim; en Norteamérica sólo un puñado de nuevos autores, ignorados por el circuito editorial alternativo, peleaban por una renovación desde el formato minicomic.
Fue la generación del post-alternativo en la que figuran notablemente autores como el prolífico James Kochalka, Michael Porcelino o el sensacional Ron Rege.
Círculo Primigenio fue su equivalente español en ese momento histórico en el que, vaya usted a saber por qué razones, en diferentes partes del globo, de Japón a Noruega, las nuevas generaciones de dibujantes redescubrieron el potencial poético de lo naif. Aunque el mejor de los autores de Círculo Primigenio era Susipop, la historia pronto iba a demostrar que, al abandonar éste el campo de la historieta por los dibujos animados, Juanjo sería el encargado de dar continuidad y testimonio de aquella generación.

Afortunadamente, Juanjo Sáez conservó la estética de Círculo Primigenio al dar el salto hacia la profesionalización como ilustrador en las revistas gratuitas. Al igual que sus colegas de esta nueva afición-profesión, su dibujo se ceñía a la presentación plana y frontal, cuasi-icónica, de las imágenes, rasgo típico de la televisión. No obstante, distinguiéndose entre ellos, Juanjo supo reconocer como virtud sus propios límites expresivos donde otros intentaban enmascararlos. En lugar del típico pulido románico del perfil que delimita y cierra la figura (normalmente retratos de individuos) que parecía decir: “nunca serás suficientemente moderno”, su trazo aproximativo, cercano al boceto, facilitaba la empatía, incluso la simpatía, del espectador.

Tras la publicación de “Hey Day” de Jordi Labanda muchos estábamos esperando la correspondiente recopilación de Juanjo Saéz. Pronto nuestra impaciencia se vería gratamente sorprendida por su elección: viviendo del cuento no sería el catálogo de una carrera profesional sino una obra original que, bajo el pretexto de recopilar sus trabajos comentados, ofrece en forma de diario por capítulos un retrato generacional de la aún reciente y ya caduca “era moderna” de la movida barcelonesa.
A pesar de esta rápida caracterización, casi intuitiva, en la presentación del libro en la FNAC planeó una cuestión fundamental sobre Viviendo del cuento: en su tremenda originalidad de forma y contenidos, ¿es posible adscribirlo a alguna tradición, movimiento o fenómeno? Las respuestas que allí se dieron apuntaban por un lado a la emergencia de la “novela gráfica” como formato editorial, por otro al discurso confesional del cómic biografíco tipo Seth o Taniguchi.

Formalmente, antes que como novela gráfica (en tanto que no es ni cómic ni novela, ni la mezcla), se podría concebir el libro de Juanjo como una versión contemporánea del cuento ilustrado de tradición victoriana.
En cuanto al género de sus contenidos, ciertamente, la mayor novedad de "Viviendo del cuento" es su valor como documento por su carácter confesional. No obstante, cabe señalar que viviendo del cuento se inscribe (afortunadamente) en la tradición satírica de la historieta española: el comentario humorístico de la realidad cotidiana a través de personajes estereotipados. Fuera como fuese, unas semanas después su libro no se vendía en el salón del cómic.
Allí, curioseando las novedades en la caseta de Madriz comics, estaba Juanjo Sáez. Entre los personajes de su libro quizás falte su propia caricatura que la gente describe como alguien estricto, que ni fuma, ni bebe, ni le gustan las discotecas: curiosa posición (quizás la mejor) para un comentarista de la movida. A uno le parece que esta media distancia sanitaria que guardó con el mundo de “los modernos”, que también guarda con el mundo de la historieta, sea quizás su característica más genuina, aquello que hace de Juanjo Sáez un artista irreductible.

Por: Breixo Harguindey  


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