Arte y Literatura

Jonathan Lethem
La Fortaleza de la Soledad

Traducción de Cruz Rodríguez Juiz
Ed. Mondadori (Literatura Mondadori, 244)
Barcelona, 523 págs
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La fortaleza de la soledad narra la historia de dos amigos desde su infancia en los años setenta hasta su madurez en los años noventa del siglo veinte. Dylan Ebdus es un chico blanco que vive en la calle Dean de Brooklyn, una zona de mayoría negra en la que tiene problemas para adaptarse, hasta el punto de que su madre debe obligarlo a salir y a sociabilizarse con los chicos del barrio. Consigue entablar cierta amistad con un chico negro, Mingus Rude, hijo de un injustamente olvidado músico soul, Barret Rude. Su relación se construye sobre las experiencias que comparten, la cultura popular, verdaderamente masiva, de los cómics de superhéroes y la música que escuchan por la radio. Mediante la historia de Dylan y Mingus, y de sus respectivos linajes familiares, Jonathan Lethem recorre unos años de la historia norteamericana desde la perspectiva de dos jóvenes de barrio obrero.

Las referencias a la cultura de masas, los cómics de superhéroes y la música pop, son signos cronológicos que marcan el devenir del tiempo y a la vez son signos sentimentales, indicadores de los estados de ánimo de los protagonistas. Dylan escucha soul y funky hasta que a finales de los setenta se impone la new wave y The Clash, Ramones o Talking Heads pasan a ser la banda sonora de su tránsito desde la adolescencia a una primera juventud. Aunque el título del libro está tomado del refugio secreto de Superman, Dylan Ebdus aborrece los personajes de DC Comics y se declara fan empedernido de los de Marvel. Los cómics mainstream son los más citados y los que juegan un papel relevante en la historia, pero también protagoniza un fugaz cameo Robert Crumb, el padre del comix underground.

Aunque el parecido no sea más que superficial, me gustaría señalar los puntos de contacto entre La fortaleza de la soledad y la obra magna del cómic que se publicó el año pasado en traducción al castellano. Me refiero al Jimmy Corrigan de Chris Ware, cuidadosamente editado por Planeta. En las dos obras, uno de los temas centrales es la relación paterno-filial y en ambas el recorrido por la historia de un linaje familiar discurre paralelamente a la historia de los Estados Unidos. Comparten también el imaginario de los superhéroes, que juegan un papel especial como personajes totémicos, medio para sobrellevar una realidad a la que los protagonistas a menudo contemplan como un mundo imperfecto y árido. El superhéroe cumple la función del mito, la posibilidad de hallar un mundo más allá de la propia experiencia que tiene un lugar en la realidad, el lugar atribuido a la ficción. Jimmy Corrigan se refugia en su fortaleza de la soledad interior, en su memoria, reconstruyendo sus recuerdos infantiles e imaginándose a veces vestido con mallas de colores y dotado de poderes superhumanos. En la novela de Jonathan Lethem, el tema del superhéroe va más allá y en un giro quijotesco invade la realidad con consecuencias trágicas.







Por: Antón Not  


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