Live

Wintercase | Razzmatazz#1 | Barcelona | 2002-12-18

Elf Power/Imperial Teen/Czars/The Flaming Lips

Acogiéndome a aquello que cantaban Yazz & The Plastic Population, The Only Way Is Up, me predispuse a pasármelo genial en la penúltima de las jornadas del festival Wintercase tras el bodrio que habían resultado la mayoría de las actuaciones precedentes.

El paso de los Flaming Lips por las tablas del Razz 1 era un acicate más que suficiente para andar sonriente e ilusionado, pero visionar a los Imperial Teen también me apetecía y el directo de los Czars olía a sorpresa potencial del evento, así que todo estaba en orden a mi alrededor y mis seis o siete sentidos estaban absolutamente volcados en lo que ocurría en el escenario. Me supo mal perderme a Elf Power, más que nada por el morbo de comprobar con qué arsenal se mantenía en pie una banda de pop de Athens tras el desmantelamiento del colectivo Elephant 6, pero Imperial Teen resultaron un buen entrante para la velada musical que estaba por venir: su power pop infeccioso, mezcla a partes iguales de new wave y indie norteamericano de principios de los noventa, se decantó más por la segunda parte de esta ecuación en su traslación al directo, con unos teclados que se quedaron en anécdota por el torrente ruidista y melódico de la conjunción de guitarra, bajo y batería. En la selección de temas jugaron la baza segura de entregar los temas más tatareables de sus tres referencias, y con proyectiles indiepop de la talla de “Ivanka” o “You’re One” vaya si lo consiguieron. Quizás alguien pudo quedar descontento por aquella aproximación tan directa y agresiva a sus temas, pero quien esperara un aséptico concierto de tecnopop con guitarras a cargo de cuatro yankees definitivamente estaba en el sitio menos apropiado...

A los Czars los tenía medio apuntalados en mi cabeza gracias a un par de temas que tenía en mi disco duro desde hacía tiempo, así que mientras tomaban posiciones sobre el escenario y la gente comentaba el aspecto de su frontman, con dos largas trenzas y parapetado tras unas gafas de sol, me predispuse a visionar un ejercicio de pop elegante pero ni por asomo magistral. Mis pronósticos se cumplieron más de lo que me habría gustado y, aunque en un par de temas aislados el grupo alcanzó cotas elevadas de conmoción emocional con originales interpelaciones entre sus instrumentos y el exquisitamente dotado aparato vocal del chico de las trenzas, el set de los ingleses se cerró con la sensación generalizada de que la banda estaba bien y sin duda sabía manejar su potencial, pero que las portadas del NME jamás abrirían con sus batallitas ni sus discos coparían en lo sucesivo las listas de lo mejor de los próximos años. Buscaría una palabra para definir todo esto de forma más sintética y eficaz, pero dejo eso en manos de cada cual: sé que hay gente partidaria de estas bandas medio fondistas y también detractores viscerales de este ni chicha ni limoná...

Los Flaming Lips venían a triunfar a discreción, a erigirse como lo mejor del festival sin apenas esfuerzo, y saberse los salvadores de un evento tan poco estimulante como el Wintercase fue un peso que ni una banda tan dotada y con tanta solera como la que capitanea Wayne Coyne pudo soportar sin incurrir en pequeñas equivocaciones. Decir que fueron lo mejor del día, aún para quienes no estuvieron allí, me parece una perogrullada, así que prefiero ponerme un poco más crítico y diseccionar el par de detalles que apartaron el concierto de los Lips del podio de lo mejor del recién clausurado 2002. Primero la voz de Wayne, que no se encontraba en su mejor estado y nos hizo especular sobre la tantas veces repetida tesitura de las bandas que llegan a España, se pegan la fiesta padre y luego facturan conciertos de aprobado justo, después el fallo energético que tuvo el concierto en stand by durante unos eternos minutos en los que "monsieur Coyne" intentó reflotar la función con un desafortunado gag ‘cómico’ a costa de un espontáneo que cumplía años ese mismo día, y tercero por el poco afortunado bis que se marcaron con un villancico cantado a través de un magnetófono que nos dejó a todos con caritas circunspectas y la sensación de habernos perdido, no sé bien a cuento de qué o de quién, una parte importante de la Flaming Lips Experience. Las cosas buenas fueron muchas pero, parafraseando a La Buena Vida, mal dispuestas: grandiosas interpretaciones de temas de sus dos últimos discos, una misse en escene marca de la casa con disfraces, proyecciones de lo más psicotrópico y la inseparable marioneta de Wayne cantándonos un emocionante reprise del tema “Yoshimi Battles the Pink Robots”, y una rendición del “She Don’t Use Jelly” pasada por el tamiz grandilocuente de los Lips post-Clouds Taste Metallic simplemente fabulosa.





Por: Iván carballido/Gemma Moliner  


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